Esultura de Santa Teresa que puede verse en el museo del Convento de La Santa en Ávila. (Foto: M. Martín) |
yas historias se revela una personalidad extraordinaria
Todo empezó un 24 de agosto de 1562 en San José, a apenas un kilómetro y medio de donde nació, la distancia que separa los dos lugares teresianos imprescindibles en Ávila: la iglesia de la Santa y el convento de las Madres. Lo sabe bien la ciudad que fue su cuna ya que en 2012 celebró los 450 años de la que fue la primera fundación de la monja andariega. Así se referían a ella sus detractores con ánimo de menospreciar la aventura que había emprendido para crear sus ‘palomarcicos’, los conventos en los que una pequeña comunidad de monjas debía practicar la fraternidad y la oración. Orar por la Iglesia y por las almas que se pierden como le había contado un franciscano a su regreso de las Indias.
Como explica a Ical el Padre Luis Javier Fernández Frontela, experto en la misión fundacional de Santa Teresa de Jesús, con la creación de su primer convento, San José de Ávila, la monja que después se convertiría en la primera mujer Doctora de la Iglesia, no buscaba reformar la Orden del Carmelo, como finalmente consiguió. Su objetivo era mucho más humilde y su único deseo era vivir con algunas compañeras una vida de mayor recogimiento.
En San José pasaría cinco años, los más felices de su vida, como después reconocería. Allí escribió la tercera redacción del ‘Libro de la Vida’, el ‘Camino de Perfección’ y buena parte de ‘Las Moradas’. La devoción que hoy le rinde la ciudad amurallada, de la que es patrona, dista mucho del recibimiento que le hizo entonces, reacia a un nuevo convento que pretendía sobrevivir a base de limosnas. Así que el monasterio se fue fraguando en cierta clandestinidad. Después de años de discretos permisos, Teresa hizo sonar la campana que anunció su apertura; una campana que conservan con orgullo las monjas que ahora lo habitan.
Tras su estancia en San José, en 1567 emprendió un camino que la llevaría por 17 ciudades en las que impregnó su huella. Los avatares que envuelven sus fundaciones permiten ir conociendo a una Teresa audaz, valiente, resuelta, con una magnífica capacidad de adaptación a las circunstancias; obediente, pero no sumisa; tenaz, fiel, piadosa, carismática, estoica y con una inteligente visión de futuro. En definitiva, una personalidad fascinante y revolucionaria, decidida a cambiar las cosas para ajustarlas al ideal de vida que Dios le pedía. Y todo esto en el siglo XVI, en un mundo de hombres en el que no se entendía y era mal vista una mujer con iniciativa. Ni el peso de los años, ni sus enfermedades, ni el frío y la lluvia de los caminos le impidieron recorrer, durante 20 años, más de 5.300 kilómetros.
Como recuerda el Padre Frontela, entonces no era muy querida ni gozaba de buena fama en Ávila. “La tenían por loca, por visionaria, por un peligro”, asegura, así que es fácil que esas percepciones se extendieran hasta Medina del Campo, hacia donde partió el 13 agosto de 1567 con ánimo de realizar su segunda fundación. La expedición estaba formada por la madre Teresa y siete monjas, por tres o cuatro carros y mozos a pie y a caballo. El viaje se frustra a medio camino, en Arévalo, donde recibieron la noticia de que quien les iba a arrendar la casa había denegado su permiso influido por los agustinos. Ella sabía que a Ávila no podía volver, pues no habían faltado los comentarios que auguraban el fracaso de la expedición, así que redujo la comitiva y siguió hasta Medina donde finalmente pudo hacer realidad su segundo convento.
Conventos fundados por Santa Teresa de Jesús. (Gráfico: F.S.) |
Su capacidad de adaptarse a las circunstancias se hace visible en la fundación de Malagón (Ciudad Real) donde se aleja de su pretensión inicial de crear conventos en entornos urbanos y donde también accede a fundar en renta, en lugar de en pobreza. Ocurre en la primavera de 1568 y allí también se revela esa voluntad didáctica de la santa ya que pensó en crear una escuela destinada a enseñar labor y doctrina a las niñas del pueblo. Un proyecto que aunque no ejecutó, revela sus intenciones, como advierte el Padre Frontela. De Malagón salieron grandes religiosas para abrir y gobernar otros Carmelos, como las fundadoras de Génova, el primero fuera del territorio español. También en Malagón tuvo la inspiración de escribir el ‘Libro de las Fundaciones’.
La madre Teresa era una mujer piadosa, que oraba por todas las almas, y eso la llevó a fundar con cierta prisa el convento de Valladolid para liberar del purgatorio el alma de Bernardino de Mendoza, hermano del obispo vallisoletano, que fue quien cedió la finca para el convento. Así que se cuenta que cuando comulgó por primera vez en el convento dijo ver cómo el alma de Bernardino se liberaba, una imagen que Rubens plasmaría después en un cuadro. La importancia de Valladolid reside también en que allí estuvo fray Juan de la Cruz aprendiendo el modo de vivir del nuevo Carmelo, allí ejerció de confesor y también ayudó en tareas más mundanas, como la albañilería.
Con estas dos fundaciones, la incansable Teresa marca un ritmo fundacional que mantendría en 1569 con Toledo y Pastrana. Su tenacidad la impidió abandonar la idea del ‘palomarcico’ toledano. Allí se topó con la oposición de los que no veían bien que la fundación la patrocinara gente con dinero –los mercaderes-, pero sin linaje de sangre. Pero los prejuicios no eran cosa de Teresa y al final la ayuda vino de un pobre estudiante que fue el que consiguió la casa. Castellana recia, no se achantó cuando tuvo que hablar con el arzobispo para pedir la licencia a la que tanto resistía y al que le dijo “que era recia cosa que hubiese mujeres que querían vivir en tanto rigor y perfección y encerramiento, y que los que no pasaban nada de esto, sino que se estaban en regalos, quisiesen estorbar obras de tanto servicio de nuestro Señor”.
Todas las fundaciones de la santa siguen activas salvo la de Pastrana (Guadalajara). Esta duró poco más de un lustro, subraya Frontela, debido a los enfrentamientos con la princesa de Éboli que una vez enviudó, quiso ser monja, pero al margen de la austeridad monacal. Una situación que llevó a la Madre Teresa a disolver el convento.
Convento de Santa Teresa en Ávila, lugar donde nació. (Foto: M. Martín) |
La llegada de la santa a tierras charras se produjo en noviembre de 1570. No fue Salamanca una excepción a las habladurías de los que no veían bien que una monja anduviese fuera del convento. Un dominico llegó a decir en su cátedra que eso era “de mujercillas” y que mejor sería que estuviese en su casa “rezando e hilando”. Después de confesarse con él, esta carismática mujer consiguió que cambiara de parecer y que se desdijera hasta llegar a admitir que la andariega iba “por muy buen camino”.
Allí en Salamanca escribiría las siete fundaciones ya realizadas y un año después fundaría el convento de Alba de Tormes. Al principio se mostró reacia pues era un lugar muy pequeño donde dudaba de que las monjas pudieran vivir del trabajo de sus manos, pero a pesar de la desgana inicial, relataría lo contenta que estaba allí y lo agradable que le resultaba tener la vista del río.
Su perseverancia y decisión la ayudaron en la fundación de Segovia, diócesis regentada por el provisor puesto que el obispo se encontraba en la corte. Cuando supo de la existencia del convento, el provisor montó en cólera y se personó en casa de las Descalzas para suspender la misa y atemorizar con su furia a los presentes. Fiel a su misión, defendió ante él que lo que allí se hacía no era negocio de mujeres, sino de Dios, demostrando así una vez más su valor y su empeño por atender la tarea que Dios le había encomendado y que hacía que no se achantara ante nadie.
Fachada posterior del Convento de San José, primera Fundación de Santa Teresa. (Foto: M. Martín) |
En 1575, Teresa de Jesús es una mujer de 60 años, una anciana para aquel entonces. Padece dolores de cabeza, de estómago y de los ojos, a pesar de los cuales no declina enfrentarse al largo viaje que suponía ir a fundar a Beas de Segura (Jaén). El viaje le daba miedo a la santa, porque además de largo era peligroso (el paso de Despeñaperros, Sierra Morena y las riscas de Valdeinfierno), y hubo momentos en los que los carros estuvieron a punto de despeñarse. Superado el viaje, al menos le esperaba en Beas un buen recibimiento y una fundación más tranquila que algunas anteriores.
La intención de Santa Teresa era abandonar Beas para ir a fundar a Caravaca de la Cruz (Murcia), pero por obediencia tuvo que embarcarse en la aventura de establecer un nuevo convento en Sevilla. De nuevo la ya cansada Teresa tiene que afrontar un viaje marcado por la necesidad –apenas comían habas, pan y cerezas- y el calor. Ya en la capital hispalense tuvo que enfrentarse a las reticencias del arzobispo para otorgar licencia y a las de los Calzados. Las monjas añoraban su tierra castellana donde se las estimaba y el carácter franco, llano y sincero de la andariega parecía no encajar bien en esta tierra. Serán su paciencia y su fortaleza las que irán logrando que la gente de Sevilla que la rechazaba fuera cambiando de parecer.
Después, pudo llevar a cabo la fundación de Caravaca de la Cruz que la Madre Teresa pensó que sería la última. Sevilla había trastocado sus planes que tras Caravaca, pasaban por volver a Castilla y fundar en Zamora o Aguilar de Campoo, pero sobre todo, en Madrid, espina que no pudo sacarse. Además, el Superior General le había ordenado no fundar más y que se recluyera en uno de sus monasterios. Los enfrentamientos con los Calzados en Andalucía hicieron parar su actividad hasta 1580, cuando se calmaron las aguas. Esta fundación la preparó y dirigió ella, pero no acudió en persona. Algo similar ocurriría con Granada (1582), llevada a cabo por una de sus prioras, Ana de Jesús, y fray Juan de la Cruz, pero a la que no pudo asistir Teresa porque entonces ya estaba comprometida para la fundación de Burgos.
En los dos últimos años de su vida fundaría en Villanueva de la Jara (Jaén), Palencia, Soria y Burgos, desde donde emprendería su último viaje con destino a Ávila, aunque sus días terminaron en Alba de Tormes. Hoy, a las puertas del V centenario de su nacimiento, que tendrá como punto de origen su cuna, Ávila, Santa Teresa es recordada como una mujer extraordinaria y los lugares que albergaron alguna de sus fundaciones, se aplican con orgullo el apellido de ‘teresianos’ que se hará más visible a lo largo de 2014 y 2015.
No hay comentarios:
Publicar un comentario